Mes del Hombre: Voces de la afición

Durante el mes de noviembre hemos diversas notas al respecto del Mes del Hombre, intentando crear conciencia de la salud de los varones y reconocer la importancia de los roles masculinos modernos.

En esta última entrega, hemos dejado este espacio abierto y traemos tres historias inspiradoras, del puño y letra de aficionados de los Miami Dolphins, quienes pidieron compartir su prosa en forma anónima.

Espero las disfruten.

 

A ti en tu día …

Tú, si tú que te levantas todos los días para apoyar en el sustento de tu casa, que cargas con cientos de preocupaciones y te quedas callado y te armas de valor para hacer una jornada más porque sabes que hay gente que depende de ti, ya sean tus padres, tu esposa, o tus hijos. Que a pesar del miedo actual de contagiarte y llevar el virus a casa no tienes otra opción que levantarte y continuar porque tienes seres amados que te necesitan, estas palabras son para ti.

No se trata de una competencia de géneros, no es minimizar las loables acciones de las mujeres, todos tenemos o tuvimos una madre, una hermana, una hija, una amiga y sabemos el gran esfuerzo y dedicación que ejercen, pero no hoy no se trata de ellas, se trata de ti, recordarte que eres único, que tu valía, aunque no sea muy celebrada o difundida siempre la mantendremos en silencio en nuestros corazones, porque quien no recuerda los sabios consejos de nuestros señores padres, los todólogos. Y para allá nos dirigimos, como hombres nos casamos con esa figura paternal y queremos imitarlos y ser iguales o mejores con nuestros hijos.

Para aquellos que como yo no tenemos la gracia de continuar en un núcleo familiar y nuestros matrimonios no funcionaron, sin embargo, procreamos nuestra descendencia, comparto tu sentir. No eres mejor o peor que aquellos compañeros que aún mantienen su matrimonio, pero sé que el esfuerzo, los sentimientos, las prioridades y la forma de vivir son diferentes. En mi caso, la razón por la que me esfuerzo a ser mejor persona, padre, hermano, amigo, hijo es una pequeñita de 8 años, porque ella sigue mis pasos y ve todo, así que como es bien dicho “Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra” y es más difícil en nuestra situación cuando el tiempo de convivencia es más limitado a ciertas horas a la semana y aprovechas cada segundo para hacer esa personita feliz, no importa lo que cueste, cuan cansado estés o qué tantas cosas cargues en tu mente… cuando llega ese momento solo te reseteas y eres el mejor papá del mundo. A ti que compartes mi situación, me quito el sombrero en tu presencia, comparto tus emociones y sentimientos, sin quitarle méritos a los demás quiero decirte que eres mi ídolo como ser humano, y como hombre y sabemos que vendrán más batallas y las lidiaremos desde nuestra frontera solos, pero tenemos que hacerlos, porque nuestra fuerza motriz radica en nuestros hijos.

Así que felicidades en tu día, continúa trabajando en ti y en ser mejor persona.

 

El castillo de la princesa

Es primavera y pese a todos los pendientes, este fin de semana pude disfrutar de mis hijos y tras de nadar un rato en la alberca, les dí un baño y al secarlos, platique con ellos.

Recordé que mi pequeña está en la edad de aprenderse ciertos datos como su nombre completo, domicilio y teléfono. Al preguntarle su nombre me emocionó con cuánta claridad lo pronuncia ahora. De inmediato, le hice la siguiente pregunta: “¿En dónde vives?”. “En un castillo” me dijo. Yo esperaba oír respuestas como el nombre de nuestra ciudad, país o algo cercano a nuestro domicilio.

Como padre me preocupa que no sepa este dato por cualquier situación desafortunada, y por ende me tomó por sorpresa su respuesta y no pude sino soltar una ligera carcajada nerviosa producto de una mezcla de goce y angustia. Mi esposa me reconvino y con cierto coraje me reprochó, argumentando que debía burlarme de ella, su inocencia y su fantasía.

De momento todo esto me dejo introspectivo con respecto al significado de ese castillo, a si es correcto o no promover esta situación y si había sido inadecuado mi actuar para con mi pequeña. Vale mencionar que mi “princesa” recién cumplió tres años y aunque su pediatra nos ha indicado que se encuentra dentro de parámetros normales, no deja de preocuparme la lentitud con la que ha desarrollado hasta hoy algunas de sus habilidades orales.

Esto no hace que la considere tonta ni mucho menos, pues ha desarrollado sus habilidades manuales muy bien y cuenta con un carácter muy bien puesto y sabe hacer valer su voz sobre sus compañeros del colegio (los pobres ya saben que cuando está tomando la siesta, más vale no hacer ruido) y los primos de edades cercanas. Así un rato más tarde, mientras mi hijo mayor jugaba con su bici, nos recostamos mi princesa y yo en el sofá a ver caricaturas y le repetí la pregunta “¿En dónde vives?”, a lo que me respondió muy convencida acurrucándose en mi regazo: “En un castillo”.

Fue entonces que entendí.

Uno como padre siempre busca ofrecer lo mejor a los hijos, sin embargo muchas cosas están fuera de nuestro alcance por diversas situaciones. Sin embargo mi hija tiene todo lo que alimenta su ilusión en este muy humilde “castillo”. El amor de sus padres, el confort de los alimentos calientes, un lugar seguro (cabe destacar que dada la inhóspita realidad de la región, es bueno que mi hijita aún no entienda de secuestros, asesinatos ni otros crímenes o esta parte acabaría con la ilusión), además de un pequeño pero bastante bien acondicionado sitio de recreo.

Así la respuesta de “En un castillo”, se transformó de una señal de angustia, en una buena señal de que mi pequeña está llena de ilusiones y que como padre he logrado hacerla sentir segura. Todo esto me estremeció, haciéndome sentir orgulloso de poder transformar un lugar sumamente humilde, dentro de una colonia popular, en un castillo para mi princesa.

 

Un líder poco reconocido

Con todas las angustias económicas, es casi imposible sentirse identificado con alguien que tiene varios billones de dólares en la cuenta de banco. Sin embargo, para más de uno será sencillo identificarse conmigo, un líder poco reconocido.

Por años he tenido que aprender a partir de mis errores. Caí en los brazos de una mujer que me llevó a arruinar mi primer matrimonio. Tuve que enfrentar la vergüenza de miles de reclamos por parte de mis hijos, enfrentar un divorcio que me orilló a una ruina emocional y económica. Llegué a sentirme tan perdido que ideas suicidas llegaron a abrazarme, en especial una fría noche de Navidad que pasé en total soledad.

Sin embargo, una vez que enfrenté mis errores, me propuse corregir el rumbo y busqué los mejores asesores, quienes me cobraron mucho y obtuve pésimos resultados, perdiendo las últimas propiedades que tenía en el momento.

Pero no me dí por vencido, y busque opciones, teniendo que construir todo desde cero. Tras colaborar en unos trabajos con el único amigo que me quedaba, formé una pequeña compañía en donde puse todo el empeño, avanzando con cientos de desvelos y teniendo que aprender muchas cosas sobre la marcha. Hubo momentos bochornosos donde las entregas con el cliente salieron lejos de lo aceptable, hubo que corregir muchas cosas para poder resolver esas situaciones.

Con mis hijos, tuve que tragarme mi orgullo y hacer muchos sacrificios para ir recuperándolos. Mis gemelos los mayores tenían problemas con la escuela, tuve que aplicarme y repasar por horas todas esas fórmulas del bachillerato. Ellos al ver el interés pidieron pasar poco a poco más tiempo conmigo.

Mi ex empezó a salir con uno de sus compañeros de la universidad, quien la respeta y trata bastante bien, pero es un tipo que viaja mucho. Estos viajes fueron una calamidad, ya que en uno de sus viajes contrajo una infección intestinal severa, misma que contagió al resto de la familia.

Mi pequeña estuvo varias semanas enferma, tiempo que pasé cuidandola como nunca antes, pues su madre estaba convaleciente y muy debilitada. Ese tiempo en mi departamento fue un caos. Teniendo que atenderla, trabajando en varias entregas del trabajo y coordinando a unos jóvenes que contraté para auxiliarme.

Las cosas salieron adelante, mi hija se repuso, el negocio va viento en popa, con decenas de clientes y un futuro brillante aún en los complicados tiempos que vivimos.

El punto es que hoy me encuentro dirigiendo el futuro de una docena de personas, estoy feliz compartiendo tiempo con mis hijos y me siento muy feliz y encontré un paralelismo en el tiempo con el señor Stephen Ross, dueño de los Miami Dolphins.

Ross adquirió el equipo sin experiencia en ser dueño de una franquicia deportiva. Para los días en que yo enamoraba a una jovencita, Ross creó una alfombra naranja en la que pretendía atraer aficionados con la presencia de celebridades, una experiencia muy lejana al terreno de juego. Ambas cosas fracasaron. Yo terminé con mi matrimonio y Ross se volvió el dueño más criticado en la NFL.

Trajo los mejores asesores que pudo, desde a Parcells hasta Tannenbaum, con quienes fracasó intentando reparar las cosas con una o dos contrataciones estelares, vendiendo esperanzas falsas a la afición de Miami. Algo parecido me pasó.

Luego hubo que empezar desde cero, aprender del negocio e involucrarse al punto de ser quien señaló su objetivo como mariscal. Yo tuve que empezar de la nada, crear mi empresa, aprender mucho y salir adelante con empeño.

Sin dudas Ross es un líder poco reconocido, como yo.

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