Vida Cetácea | “Parte I: Cómo es un delfín”

El título para este capítulo de Vida Cetácea tal vez parezca un poco absurdo, porque ¡todos sabemos cómo son los delfines! Al menos físicamente todos podríamos describir a nuestro cetáceo favorito, pero como ya lo comentamos en la entrega anterior, la idea en esta nueva temporada es adentrarnos, principalmente, en sus características más sobresalientes y poco conocidas. Por ello en esta ocasión hablaremos sobre las peculiaridades físicas de los delfines.

Los delfines son mamíferos cetáceos de vida acuática, habitantes de mares y de ríos, dependiendo de la especie, que figuran entre las especies animales más inteligentes del planeta. En general, cuando pensamos en delfines nos referimos a las 37 especies que componen la variante oceánica (de la familia delphinidae), que habitan la superficie marítima y sostienen frecuentes y amistosas relaciones con el ser humano. Los delfines son, desde un punto de vista zoológico, poco más que ballenas dentadas, es decir, mamíferos marinos que regresaron de la tierra firme a la vida marina, en algún momento del Mioceno, hace 23 millones de años, cuando presentaron las necesarias adaptaciones evolutivas para ello.

Evolución

Se piensa que el ancestro común entre los delfines y los animales de tierra firme fue una especie de artiodáctilos, o sea, hipopótamos prehistóricos.  A grandes rasgos, los delfines se caracterizan por lo siguiente: Son mamíferos de vida acuática, es decir, poseen un cuerpo adaptado al agua (con aletas en lugar de patas), pero a la vez respiran el aire y tienen sangre caliente. No son peces. Poseen un cuerpo en forma de torpedo, ideal para nadar a altas velocidades, que empieza con un hocico delgado y dentado, y culmina con una cola potente que posee una aleta caudal, con la que se propulsa. Su piel es gris-azulada, más oscura en el lomo y más clara en el vientre, libre de cualquier forma de pelaje.

 

Las distintas especies pueden tener manchas y líneas de color características. Poseen un cerebro de gran tamaño, con una corteza cerebral muy desarrollada, en comparación con la media de los mamíferos, lo cual les permite una interacción social compleja: jugar, comunicarse, enseñar a sus crías, cooperar, planificar y sufrir.

Agua salada y agua dulce

Existen dos “tipos” de delfines, de distinto hábitat y distintas características, ya que se trata de dos superfamilias diferentes, cada una abarcando un conjunto diferente de especies: Delfines oceánicos o delfínidos, típicos delfines de mar, habitantes de las costas que interactúan mucho con el ser humano, como el delfín común de las películas. Delfines de río o platanistoideos, habitantes de estuarios y ríos, de trompa larga (casi 60 cm) y menor tamaño corporal, tales como la tonina o delfín del Amazonas.

La especie de delfín más grande (la orca) crece hasta más de 9 metros de largo, mientras que el más pequeño, el delfín de Héctor o delfín de cabeza blanca (Cephalorhynchus hectori) mide solo 1,3 metros de largo.

Se estima que en cautiverio pueden vivir hasta 60 años y en vida silvestre, entre 10-20 años.

Sus dientes

Si alguna vez observas a un delfín comer notarás que tragan el alimento sin masticarlo antes, esto es porque no pueden masticar. Utilizan sus dientes para tomar a sus presas, de tal forma que puedan reducirla a bocados que puedan tragar. Una teoría de por qué no mastican, obedece a que deben hacer suyos los peces antes de que se escapen nadando, por lo que si se saltan el paso de masticar, se aseguran de poder comer los peces que necesitan.

 

La piel

El color de la piel de los delfines es azul grisáceo, pero también puede ser negro, blanco, gris claro, azulado e incluso rosado o la combinación de esos colores varía según la especie. Sin embargo, en todos los casos, su piel es muy sensible a los impactos y otros elementos que puedan estar en el agua. La aleta dorsal de un delfín (ubicada en la parte posterior del mamífero) actúa como vela de un barco, cuando el animal nada, le da control direccional y estabilidad dentro del agua. Pero no todos los delfines tienen esta aleta dorsal; por ejemplo, el delfín septentrional sin aleta (Lissodelphis borealis).

¿Sabías que la piel de los delfines se renueva, aproximadamente, cada dos horas? Esto tiene una función primordial: el objetivo es poder moverse en el agua rápidamente, de ahí que su crecimiento epidérmico sea tan llamativo. Se estima que el tiempo de rotación y la tasa de desprendimiento de la piel son 1,7 veces más largos y 8,5 veces más rápidos que los valores respectivos de la cinética de las células epidérmicas en seres humanos. Todo por la maximización aerodinámica; por eso siempre parece tan aceitosa y suave.

Riñones

Los delfines son cetáceos y, como tales, beben agua, pero no beben agua salada. Al igual que nosotros, los humanos, no beberíamos agua del mar, ellos tampoco. Cuentan con un riñón reniculado, un órgano encargado de procesar las sales casi en su totalidad para expulsarlas a través de la orina. Por ello, su orina puede tener concentraciones de sal mayores a las existentes en el agua del mar. Lo mismo ocurre con otros mamíferos de mar, como el león marino. Se ponen nombres propios.

 

Pulmones

Bucear a gran profundidad es un peligro para un humano o cualquier otro mamífero terrestre. Allí abajo las condiciones son de alta presión. Así el aire acumulado en los pulmones se comprime, y el nitrógeno que contiene se incorpora al torrente sanguíneo en forma de microburbujas, que al regresar a la superficie se expanden, taponan vasos sanguíneos y rompen tejidos. Los mamíferos marinos, a pesar de tener también pulmones, no sufren este síndrome descompresivo.

Cuando los delfines se sumergen crean dos regiones en sus pulmones. La inferior se comprime y la superior guarda el aire que el animal retuvo antes de sumergirse en apnea. Para que no se produzca la fatal incorporación de nitrógeno al torrente sanguíneo, los delfines desvían la sangre a la parte comprimida, que al estar colapsada no puede realizar el intercambio gaseoso habitual de la respiración, es decir, difundir oxígeno a la sangre y liberar dióxido de carbono al aire. En la parte no colapsada sí se produce intercambio de gases, pero al pasar tan poca sangre la incorporación del nitrógeno polizón es mínima y no causa daños. Esas escasas y pequeñas burbujas son inofensivas ya que pueden ser filtradas por los pulmones y exhaladas al exterior. Es un mecanismo magistral que pueden controlar a voluntad. Es por eso, que los delfines no se ahogan.

 

 

Los genitales

A pesar del hecho de que la madurez sexual es variable entre las especies de delfines, los machos generalmente alcanzan la madurez a los 11 años y las hembras alrededor de los 5 o 7 años. Dado que los genitales están ocultos en los machos y las hembras, ambos sexos tienen una hendidura genital, pero las hembras también poseen una hendidura mamaria a cada lado.

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